Lección #74
La
promiscuidad de la reina
Siempre que
se hable de una dama, se tiene por costumbre el hacerlo con tanta delicadeza como
sea posible. Si hablamos de una reina, el asunto se nos pone más delicado
porque de ellas, depende nuestra felicidad y abastecimiento de lisonjas
culinarias y apapaches cotidianos necesarios del buen vivir. Pero mejor,
hablemos de una abeja reina y sus deslices que la hicieron volar a aparearse, y
que aunque nosotros les contemplemos sus rostros hermosos y grandes ojotes, sus
patotas largas y a la vez delicadas, su abdomen y cintura que tanto vuelve locos
a los zánganos, la realidad no cambia en nada; entre mas rueda la muchacha
entre los bajos mundos de los zánganos, y más son sus víctimas que muertos de
placer morirán por tenerla (en términos bíblicos), por poseerla (en términos de
telenovela) o matrimoniar en términos de
mi propia madre, entre mas tengan que decir los vecinos de sus escapadas, ella,
será mejor reina.
La reina
cuando nace, nace ejercitándose y preparándose para sus vuelos nupciales, y las
nodrizas, como el entrenador de Rocky Balboa, Mantequilla Nápoles o El Ratón Macías,
la acarician, aconsejan, susurran al oído, y la ambientan al mundo donde va a
rodar. Me apena decirlo, pero arriba de los apiarios, se congregan artos zánganos
chupándose las antenas, esperando que
pase una dama para tomarla, y más pena me da decirlo, ella se lo busca porque
va precisamente a buscarlos –¡la desdichada! –no me gustaría ser hermano de
esas muchachas.
La reina en
los primeros días de su vida, se aparea con cuanto zángano pueda hacerlo, y los
zánganos en el proceso, mueren porque se les desprende su miembro (y
menudencias), y la reina al regresar después de cada encuentro amoroso, recibe
cuidado y limpieza para que efectué otro vuelo, y se repita la historia, una, y
otra, y otra, y otra y muchas veces más. De los zánganos nadie habla, porque
mueren en el acto del coito y su historia no le ha importado a nadie. Pero, sin
buenos zánganos, no hay buena cría, y sin zánganos, no hay cría.
Christina
Grozinger, docente de entomología y director del Centro de Investigación de la Polinización
de la Universidad Penn State, dice; “Las abejas reinas, hasta ahorita, era
conocido que enviaban o aportaban feromonas importantes para la colmena, pero
con nuestro nuevo estudio, hemos descubierto que las abejas reinas, no mienten
y dan un -reporte honesto-, o fidedigno a la colmena sobre su estatus
reproductivo y calidad del mismo. Las reinas están diciéndole a las obreras si
se aparean o no, si son fecundas o no, y que ten bien fecundadas están. En
otras palabras, les comunican si se fecundaron con muchos machos o no” –explico
la doctora Grozinger.
¿Y porque importaría
si la reina es o no es de esas muchachas que brincan de petate en petate? “Si una colmena es dirigida por una reina muy
promiscua, o que se aparea con muchos zánganos, esta colmena es genéticamente muy
diversa, y por lo tanto, saludable, más productiva y menos disponible a
colapsarse” –dice la Doctora Elina Niño de la Universidad Penn State.
En USA, los
apicultores se están quejando de que las reinas son remplazadas a unos cuantos
meses o días, después de ser instaladas, y las investigaciones de la
Universidad Penn State, conducen a que esto está sucediendo, porque las reinas
no son tan fecundas o no se aparean con bastantes zánganos y las abejas las
tienen que remplazar.
Las
Universidades de Penn State, North Carolina State University y la Universidad
de Tel Aviv, efectuaron una serie de experimentos con cinco grupos; en un
grupo, se inseminaron reinas con pequeñas cantidades de semen para representar
las abejas reina mal fecundadas. En el segundo grupo, los estudiados fecundaron
con abundante semen para simular una reina bien fecundada, en el tercer grupo se inseminó con grandes y
bajos volúmenes de solución salina, y un quinto grupo, se le dejo aparearse de
forma natural.
Los
investigadores encontraron que las reinas inseminadas con grandes cantidades de
semen o solución salina, son preferidas por las abejas obreras.
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