Carta a
Carmelo.
Duerme, duerme…
Carmelo nació
Tarahumara, mexicano; y huérfano de patria y de bandera.
No recuerdo
a ciencia cierta si su madre o su hermana fue quien me lo entrego, para el caso
eran la misma, y a calidad de quien o cual; no tiene importancia. Era un niño reprimido,
masculinamente serio y de enorme inteligencia.
De escasos
8 años de edad, no entendía más que lo que hoy en sus 17 entiende. La vida
suele ser ensordecedora suspicaz de la verdad, y miente ante las adversidades
como para dotar de beneficios a quien lo necesita.
Duerme,
duerme…
Si, duerme-
y que el sueño tal vez te proteja de la verdad. Eres ya un hombre en tu cuerpo,
pero te aferras a tu niñez que te abandono, te dejo; se olvido de ti. No quieres
llegar a hombre, porque los hombres carecemos de entendimiento, y excedemos en
calificativos para gente como tú. Me gustaría decirte que no despiertes mas,
que el mundo que te espera es cruel, y que la vida exige de ti, mas aun que lo
que puedes dar; solo para sobrevivir. Gozaría con decirte que estos bosques que
quedan, solo son el vestigio de lo que fue de tus ancestros, y lo que hoy se
tala, aun te pertenece a ti, aunque como pago recibas solo limosna de un
miserable empleo. Fueron tus ancestros quien no se rindieron ante los
conquistadores, fueron ellos que protegieron su dignidad ante todas las
adversidades, y hoy, te conformas con fumar mariguana para mitigar el vacio que
tu existencia ha generado. No me culpes a mí, yo quise hacer de ti un hombre
bueno, solo quise darte una cama limpia, una comida decente, y una educación;
solo el tiempo lograra decir si lo eres o no lo que quise que fueras. Eres
parte de una raza de hombres que erguidos, lucho para ser quien son, inteligentes
y soberbios lucharon por la verdad…su verdad. Eres raza de hombres de la montaña,
pero lucha por no escuchar el “canto de la sirena”, la tentación de la vida
moderna; el alcohol y las drogas. Corre, corre, lucha y pelea por ser quien
debes de ser.
Y cuando
falte la verdad, el amor, y el cariño de un padre; busca en el horizonte, busca
una fogata que te estará esperando hijo mío. No creas que tu rebelión ha
obscurecido mi corazón; ¡no! Busca una lumbrera que dejare prendida para que
encuentres tu camino de regreso. Regresa a tu hogar que todos extrañamos tu
presencia.
Regresa a
nosotros y enciende la hoguera, que tanta falta hace tu presencia en nuestras
vidas.
Busca el
pino más alto, y busca sus luces que anticipadamente he previsto para ti, para
que iluminen tu regreso y llegada, para que no me asusten con tu presencia, y
para que mi alma se regocije en tu presencia. Ya con tu apoyo, continuara
nuestra labor con las abejas, iniciaremos los preparativos para la polinización
de la manzana y aprevendremos para la cosecha.
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